En el valle del Río Grande todos los caminos del migrante llevan a Roma… Esta pequeña localidad texana de apenas 11.000 habitantes es el principal punto de referencia de la mayoría de los indocumentados que cruzan la frontera desde el lado mexicano. Su número se ha disparado en las últimas semanas. Algunas noches han llegado a Roma hasta medio millar de personas, la mayoría familias con niños procedentes de Centroamérica. Esta “invasión” genera empatía y preocupación entre los vecinos, empezando por su alcalde:

“Empatizamos con los inmigrantes porque conocemos sus experiencias. Sus historias son también las nuestras. La única preocupación que tengo como alcalde es que se convierta en un problema creciente que no podamos controlar”, explica Jaime Escobar.

Fundada en tiempos del dominio español, Roma fue siempre una ciudad de paso y acogida. Muchos de sus habitantes son de origen hispano. Al anochecer, delante de las puertas de algunas casas los migrantes pueden encontrar agua y víveres que les han dejado sus moradores, incapaces de pasar de largo frente al sufrimiento, el miedo y la esperanza de quienes solo buscan una vida mejor.

Tiene que haber alguna forma, afirma Dina García Peña, fundadora del periódico local El Tejano, de que puedan venir legalmente:

“¿Se pueden aplicar mejores políticas? Es lo que vemos y escuchamos en nuestra población. La actitud cambió con esa primera oleada de gente que venía de las caravanas migrantes”, explica Dina García, cuyos padres también llegaron ilegalmente a Estados Unidos.

 

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