El gobierno estadounidense intenta restringir los cruces fronterizos que podrían aumentar al vencer una política implementada por la pandemia, pero tiene poco control sobre las crisis que han trastocado las vidas de millones en América Latina.
Millones de personas de toda América Latina están abandonando sus hogares en cifras que no se han visto en décadas, y muchas de ellas se dirigen a Estados Unidos.
Si bien la migración a la frontera sur de Estados Unidos siempre ha fluctuado, la pandemia y la posterior recesión golpearon a América Latina con más fuerza que casi a cualquier otro lugar del mundo, lo que sumió a millones de personas en el hambre, la miseria y la desesperación.
Una generación de progreso contra la pobreza extrema se desvaneció. El desempleo alcanzó las cifras más altas en dos décadas. La invasión rusa a Ucrania obstruyó un canal clave para granos y fertilizantes, lo que provocó un aumento en los precios de los alimentos.
Los impactos económicos se agravaron por la violencia, a medida que el conflicto entre grupos armados se enconó en países que solían ser relativamente pacíficos y se disparó en lugares largamente acostumbrados al horror.
En medio de estos sucesos, traficantes y migrantes por igual han impulsado campañas potentes en las redes sociales, muchas de ellas plagadas de desinformación, que han motivado a la gente a migrar a Estados Unidos.
Esta acumulación de factores desalentadores se traduce en que cuando la restricción fronteriza establecida durante la pandemia conocida como Título 42 expire esta semana, Estados Unidos se enfrentará a un desafío migratorio aun más abrumador que el que enfrentó cuando la medida fue implementada.
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