Un extenso centro de detención operado por una empresa privada en Adelanto, un poblado del desierto de California, tiene la capacidad de albergar a casi 2,000 inmigrantes que enfrenten la posibilidad de ser deportados. Pero estos días luce casi vacío.
La instalación de Adelanto es un ejemplo extremo de cómo los pagos mínimos garantizados a los que recurre el gobierno de Estados Unidos en contratos con empresas privadas para albergar a inmigrantes detenidos pueden tener desventajas financieras. En esos contratos, el gobierno se compromete a pagar por una cierta cantidad de camas, ya sea que se usen o no.
El gobierno paga por al menos 1,455 camas al día en Adelanto, pero en lo que va del año fiscal reporta una población diaria promedio de 49 detenidos. Los defensores de los inmigrantes dicen que en las instalaciones de esa localidad hay actualmente unas dos docenas de personas porque las autoridades no pueden traer a más inmigrantes debido a un fallo de un juez federal en 2020 relacionado con la pandemia del COVID-19.
El gobierno de Estados Unidos paga con el fin de garantizar que 30,000 camas estén disponibles para inmigrantes detenidos en cuatro docenas de instalaciones en todo el país, pero en lo que va del año fiscal sólo se han ocupado aproximadamente la mitad, en promedio, de acuerdo con datos del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).
En los últimos dos años, los centros de detención de inmigrantes en el país han sido subutilizados debido a que las autoridades se vieron obligadas a dar más espacio a los detenidos para limitar la propagación del COVID-19, a veces por orden judicial, como en el caso de Adelanto.
“El gobierno todavía les está pagando para mantener abiertas las instalaciones”, dijo Lizbeth Abeln, directora de defensa contra la deportación de la Coalición Justicia Para Inmigrantes, en el sur de California. “Es realmente preocupante que todavía les paguen por todas las camas cada día. Está vacío”.
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